La fenología y el estado del campo mostraron, en general, los efectos de una primavera de pocas precipitaciones y un verano cálido y falto de lluvias (con episodios de ola de calor y un mes de junio con carácter muy seco). En julio, agosto y septiembre hubo precipitaciones pero se arrastraba un déficit de humedad muy importante desde la primavera y hubo que esperar a las precipitaciones de noviembre para que se humedeciera de forma considerable el campo. El conjunto del trimestre septiembre-noviembre fue cálido y húmedo, con las primeras heladas en fechas tardías, en general débiles y poco frecuentes.