En general, en la mayor parte del territorio peninsular el otoño se caracterizó por temperaturas suaves y pocas precipitaciones (salvo en la franja norte) por ello, el cambio de color de los árboles caducifolios, la maduración de frutos y la recogida de cosechas, o la berrea de los ciervos; sucedieron en fechas retrasadas. El paisaje y ambiente otoñal se manifestaron en los campos y montes ibéricos con unos 10 o 15 días de retraso. A mediados de noviembre llegó un frío invernal; en el centro y sur peninsulares las heladas comenzaron con suelos aún bastante secos, lo que produjo un retraso en algunas maduraciones de frutos.